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Ronald Acuña Jr. todavía se divierte como un niño

10/08/2019

Ronald Acuña Jr. Foto: Alejandro Álvarez Camino

Pablo A. García Escorihuela | Prensa LVBP

Miami.- Ronald Acuña Jr. no le teme, prácticamente, a nada. Vive la vida con la misma tranquilidad con la que creció en las calles de La Sabana, junto al mar, en el estado Vargas. Lo hace, además, entre la alegría de hacer lo que le gusta y el disfrutar de la atención que le genera ser uno de los peloteros más impactantes de las Grandes Ligas.

Encaminado a ser el primer 30-30 venezolano después de Bob Abreu (tiene, al momento de escribir esta nota, 32 cuadrangulares y 26 bases robadas), el varguense de apenas 21 años de edad, asume los logros de su incipiente carrera, sin ponerse en un pedestal. Una vez vence la barrera de la timidez, se muestra humilde y tranquilo, demasiado, quizás, para quién se encamina a ser una estrella del juego.

“Es que a mi no me afecta la presión. Gracias a Dios, yo no creo en eso. Y no es para echármela, pero es que eso a mi no me pega. Yo solo salgo a hacer lo que me gusta", aseguró Acuña, después de montar un espectáculo en la práctica de bateo que hizo en el Marlins Park de Miami, en la visita de los Bravos a los peces este fin de semana. Cada swing era un show. Y todo el estadio estaba paralizado observando al venezolano.

“Yo siempre he ido a mí, pero nunca pensé que mi segundo año fuera tan bueno. Para mi esto es un juego de niños. El beisbol es un juego de niños. Me encanta jugarlo, y si me siento bien y cómodo, bateo donde sea. Como si todavía estuviera en el estadio de La Sabana", resaltó.

Desde la tribuna, un jovencito sostenía junto a su padre, una pancarta que decía “Señor Acuña ¿Me puede dar un autógrafo?” y miraba de lejos, maravillado, la exhibición del sabanero.

Mientras el toletero, concentrado, recibía consejos de Martín Prado al salir de la caja de bateo y seguía con su espectáculo. Dos jonrones más a la banda derecha, otro kilométrico por el center field, uno más a la izquierda. Una regadera, y todo para las gradas. 

La idea del 30-30, cada vez más real, no obsesiona a Acuña, pero ya se palpita como meta cercana. Y todavía, con mirada infantil, lo lleva más allá.

“Es algo que está cerca, y ya es un objetivo. Si se da, muy bien. Y si se da el 40-40, mucho mejor”, contó.

 

NO PIERDE LA FIEBRE

Acuña es un apasionado del juego. Recuerda todavía con sentimiento cuando su mamá lo castigó dándole un golpe donde más le duele.

“Me había portado mal, y tenía un nacional en Barquisimeto, y no me dejaron ir. Me dio de todo, me enfermé y todo creo yo”, rememora entre risas, esas que no pierde cuando se le habla de su héroe.

Miguel Cabrera es mi pelotero favorito. El haberle conocido, el que me de consejos, es algo muy grande para mí. Y que me llame caballo, es un orgullo. Es algo indescriptible. Una cosa que no imaginé jamás”, precisó, al tiempo que hacía remembranzas de sus gustos musicales, de lo que extraña una empanada de queso a las orillas de la playa en La Sabana, o de los poderes de los tambores y la guarura.

“Cuando voy para La Sabana es otra cosa. Allá es relajarme con los míos, en la calle como uno más. Nada de andarse agrandado ni nada de eso”, destacó.

En su carrera por el 30-30, Acuña también recibió las felicitaciones y el buen augurio de Bob Abreu.

“El que una súper estrella como él, diga cosas buenas de mí, también es algo para sentir orgullo", añadió.

En el clubhouse de los Bravos, es conocida la enorme amistad que une al jardinero venezolano con Ozzie Albies.

“Él dice que es mi hermano mayor, porque nació en enero y me lleva nueve meses, pero qué va, el mayor soy yo porque soy más grande”, dijo igual en tono divertido, muy distendido, mientras el niño en la tribuna seguía pidiéndole una firma con su cartulina en alto.

 

EL CLÁSICO Y VENEZUELA PRESENTES

En la mente de Acuña hay un objetivo marcado con rojo, a pesar de que aún falta tiempo.

“Ya estoy loco porque llegue el 2021. Quiero ponerme el uniforme de Venezuela para jugar en ese Clásico Mundial. Es algo que espero con muchas ganas”, precisó.

Su semblante, sin embargo, se enseria un poco al preguntarle por los Tiburones de La Guaira.

“Qué más quisiera yo que jugar en Venezuela, pero ya son cosas que no dependen de uno. Yo encantado de la vida juego allá, pero ya no depende de mí. Ojalá pueda ir y ponerme el uniforme de mi equipo en Venezuela. Es lo que más quisiera”, apuntó.

“A los venezolanos les agradezco mucho el apoyo, y el que siempre manden sus mensajes y todo ese aliento, que eso es lo que lo llena a uno de ganas para seguir adelante”, remató presuroso, no sin antes dejarle al niño de la tribuna, una sonrisa, el anhelado autógrafo, y el recuerdo memorable de un pelotero que se pierde de vista.

En Twitter: @PabloAGarciaE

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